Verónica Aranda Casado

By | martes, julio 26, 2016 Leave a Comment

Poemas Éditos e Inèditos



XI

      
Asociaré aquel puerto con septiembre,
con el incienso del albaricoque,
al cruzar desde Goa
el oculto zaguán de la pensión
de Praça da Figueira con ventanas
que daban a una calle de la Baixa
con una iglesia y tiendas de anticuario.

La libertad era un tranvía rojo
que cruzaba Lisboa, en ese tiempo
de tascas de azulejo y miradores
donde las tardes eran
un plácido ideal, un soplo intenso
hecho de misticismos decadentes.
          


XV

      
Siempre fui por inercia hacia al amor furtivo,
aquél de las ciudades portuarias: Buenos Aires
con filo de arrabal, La Habana vieja,
Lisboa y sus Biralbos misteriosos.

Aquél del bandoneón y las guitarras
que tejen un acorde negro y rojo;
aquél de los teatros en penumbra
con maletas abiertas de tejidos
y chales años 20 y nicotina,
o el sobrio mostrador donde convergen
silencios de licor  y penas golfas.
      
                                                        
                           
 De: Tatuaje (Madrid: 2005)




CAPE CROSS (NAMIBIA)

El aislamiento es como este hotel
  de muros gris lavanda, desolado
  fuera de la estación vacacional.
  De repente sentimos
  un deseo imperante de escribir
  a los viejos amantes: la memoria,
  el desaliento de la lejanía,
  el olvido que encierra una postal
  desde una playa atlántica con niebla,
  chacales y preguntas silenciadas.


Más allá los desiertos, el hedor
    de colonias de focas en la costa
            donde los portugueses dejaron una cruz.

Poco más queda de los navegantes.



EL CAIRO


Quise ser escritora en un hotel de El Cairo.
Me hubiera recluido en esa alcoba
de cortinas corinto que filtraban
la luminosidad entre las once
y las tres de la tarde y, a intervalos,
la llamada ancestral del muecín.

Me hubiera recluido en ese estado
de languidez creativa
que es la literatura, y entre estrofas
e introspección ir hacia la ventana
y observar las pirámides, midiendo
esa distancia exacta
entre lo milenario y la renuncia.

      Y aplazar el momento de entrar en la ciudad
cubierta de monóxido, entrevista
desde las fortalezas,
y en el Khan el Jalili
entrar en un café a matar la tarde,
donde fuman narguile
los personajes de Naguib Mahfuz.

              
                 
FRAGMENTOS DE POSTALES

      
Ciudades a destiempo
    o ciudades-taberna
    con siete jugadores
    que apuestan a las cartas
    bajo una tenue luz de queroseno.


Ciudades que nos abren sus bodegas oscuras


o ciudades-buhardilla
donde esperar que algún desconocido,
al final de una tarde de verano,
nos cite en una plaza de obeliscos.

Ciudades con jardines de papagayos verdes,
    en cuyos callejones las muchachas
    giran barras de incienso.


Ciudades-oquedad donde la pérdida

tiene sabores agrios
y nos atrapa en forma de espiral.


Ciudades que habitan tatuadores,

dibujando en su piel cúpulas malva
o plumas de avestruz. Los marineros
no llevan en el brazo
un nombre de mujer sino de calle.
      
Ciudades con un patio hexagonal
      
y aroma a ciruelas amarillas,
que tienen por trazado el lomo musculoso
de caballos aztecas. 

      
Ciudades-languidez de hombres enjutos
      
fumando pipas de ámbar o ciudades
   con heridos de bala
   y huelga general. Lechos de juncos
   donde yacen, exhaustos, los amantes.


Esta es tu poética, viajero.
      
No dudes en los cruces de caminos.
Demora tu regreso varios años.


 De: Postal de olvido, (Almería: 2010)


CAFÉ BABA

     La extraña forma de medir el tiempo
en las pipas de kif, cuando el futuro
es lancha e incerteza
y la tarde tableros de desidia.

Puede durar un té lo que dura un otoño.
Tiempo o dilatación.
Tiempo: salmo y liturgia.
Tiempo: giro lunar de la mujer derviche.
Tiempo o franja de playa.
Tiempo: vientos alisios y Levante
que forja la locura de los hombres de costa.
      
Veré tu nombre escrito por las barcas.
      

CAFÉ CENTRAL

La nostalgia pausada del café,
un viejo desarraigo y la llamada
a la oración tercera
desde el verde alminar. Los hombres ágrafos
se sientan en las plazas, taciturnos.

Después el aguacero y la codicia.
Alguien llega a una cita con el pelo mojado,
y duelen la medina y sus tullidos,
la matriz vegetal
de las mujeres repudiadas,
los ojos de los niños
que esnifan pegamento en las cornisas. 
      
      
      
FEZ

                         
I

Vi las carnicerías donde colgaban liebres,
la sangre de cordero recién sacrificado
cuando las azoteas son un balido oscuro.

En la medina flores de durazno,
los dedos magullados del orfebre,
la lucidez del laudista ciego.
      
Me senté en un café
entre desocupados matinales,
un adverso de brújula en los ojos,
que malgastan las horas
leyendo y releyendo prensa árabe,
esperando que lleguen profecías de exilio
y otra noche de África: intemperie,
hacinación en todas las alcobas.

Este rincón del Sur que huele a establos…
             

II

      
Puede arrastrar el mundo
toda su crueldad y sus orugas,
carniceros que afeitan cien cabezas de vaca
en un rincón perdido de la tarde.

¿Cómo será ser ciego dentro del laberinto?
¿Cómo será ir tentando el dédalo de calles,
esa cal infinita que transcurre intramuros,
sin ver la luz de cobre que lacera
desde la plaza de los latoneros?

Esta ciudad no acaba de un modo desigual.
Amamos en un tiempo de epopeya
dentro de las murallas,
dentro de esos espacios confinados 
donde la piel invoca un tiempo tácito,
ojival vuelo de estorninos 
para la profecía.


De: Café Hafa, (Madrid : 2015)



PATAGONIA

Había caballos blancos
frente a los dormitorios sosegados.
El paisaje era árido
y las aguas del lago, azul glaciar.

Cada constelación
del hemisferio Sur nos era ajena,
pero, a pesar de todo, salimos a la noche
y ordenamos despacio
antiguas travesías, desembarques,
el resto de salitre en los planetas. 


MAPAS

      
Consultaba los mapas
con un bosque lluvioso en la retina
y dejaba su huella
en las contraventanas.

Si fallaban las brújulas,
si en un ardor de cal le cegaba la luz,
ella asumía el riesgo de quedarse atrapada
en una ciudad ajena.

                                
      
IGUAZÚ
      
La selva y sus caminos:
tierra roja para llegar a ti. 
Tierra de últimas tribus
para quedarme en ti. Mientras llovizna
nuestros cuerpos reposan 
y hay algo redentor sobre la piel mojada.
Trópico y profecía
donde la luz se instala terrenal y brumosa.
Podemos retener su pacto hirviente.


EL LENGUAJE DE LAS ISLAS


Nunca sabré el lenguaje de las islas
ni sus contradicciones.
Si aquel intermezzo era premonitorio
o si la pianista deslizaba los dedos
pensando en cualquier cosa,
en el viento que agita la majagua.

Desechamos el fruto;
la piel de la iguana siempre es invocación
y duerme en un arpegio sostenido.

Una isla es luz acuosa,
cementerio de quillas, 
columna vertebral de la utopía.
      
      
      
SUEÑO ESTIVAL
      

Vino a posarse un pájaro
de plumaje amarillo
al huerto de la casa.
El sueño era fugaz, reiterativo:
besos en la penumbra
de un eclipse de vid y fruto intacto,
dos sexos que al unirse
formaban un acorde en sol mayor,
desafiaban la canícula,
la caricia primera 
donde no llegan las palabras,
donde empiezan los nombres
con muchas sibilantes.        
      
De: Épica de raíles, (Madrid : 2016)
                 


ÍTACA DESDE EL AIRE
      
      
Sobrevolamos Ítaca.
Penélope se arropa con dos sábanas.
Un viejo mapamundi
reposa sobre el lado
vacío de su lecho.


SANTORINI               


¿Dónde empieza la piel
y dónde acaba el agua?

Acaso la existencia
es esta forma lenta 
de bajar los peldaños
y divisar volcanes;
la multiplicidad del amarillo.

Te acercas 
y el furor es una herida
que sangra en el azufre.



FOLEGANDROS


   Nado a crol y me alejo de la orilla;
   me pierdo en la corriente 
primitiva del mar.
    Soy una nadadora ensimismada.
    Hago el muerto y desplazo
    la herida entre la espuma,
    virtud en la infección 
    y en el pez globo
   desde una espera sin reproches,
   desde una vacuidad acompasada.


  ANTIPAXOS


                 No recuerdo 
la forma de la isla,
          sólo el sabor del vino de Antipaxos,
   sólo tus hombros tensos
   en ese paraíso diminuto.


 (Inéditos)



VERÓNICA ARANDA CASADO. Nació en Madrid, 1982. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense y gestora cultural. Ha realizado estudios de doctorado en la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi (India). Ha recibido los premios de poesía Joaquín Benito de Lucas, Antonio Carvajal de Poesía Joven, José Agustín Goytisolo, Arte Joven de la Comunidad de Madrid, Margarita Hierro, Antonio Oliver Belmás, Miguel Hernández y el Accésit del Adonáis, entre otros.  Ha publicado los poemarios: Poeta en India (2005), Tatuaje (2005), Alfama (2009), Postal de olvido (2010), Cortes de luz (2010), Senda de sauces. 99 haikus (2011), Café Hafa (2012, 2ª edición 2015), Lluvias continuas. Ciento un haikus (2014), La mirada de Ulises (Colombia, 2015), Otoño en Tánger (Puerto Rico, 2016) y la antología bilingüe Inside de Shell of the tortoise (Nirala, India, 2016). Ha traducido Poemas de los Himalayas del poeta nepalí Yuyutsu R. D Sharma y Claros de António Ramos Rosa (2016). Así como poesía portuguesa, brasileña y francesa contemporánea.  Ha participado en lecturas y Festivales de Poesía en Marruecos, Portugal, Colombia, Cuba, Ecuador, Puerto Rico y Francia.  Dirige una colección de Poesía Latinoamericana actual (“Toda la noche se oyeron”) en la Editorial Polibea. Mantiene el blog Poesía nómada.








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